Hoy me levanté pensando: ¿que será de la vida de don Mariano y su fiel can?.
Hace mucho que no lo veo, ¿seguirá con cataratas?, ¿como estará de la pierna?.
Su imagen entró en mi cabeza y su recuerdo pintó una sonrisa en mi cara -ese viejo loco un día se va a matar-.
Bajé las escaleras y caminé por la calle General Paz, son cuatro cuadras, el camino es fácil, fui tantos domingos a visitarlo que es imposible olvidárselo. Cuando llegué a la calle Roca, doblé a la izquierda y casi llegando a la esquina, crucé a la otra vereda, sobre mano derecha está la casa.
Hice sonar el timbre dos veces, enseguida como respuesta recibí los
ladridos del Paisano que se acercaban cada vez más a la puerta. Como sonido lejano escuché el arrastrar de los pies de don Mariano. Abrió la puerta. A mí encuentro el
perro que proliferaba fuertes ladridos comienza el dulce pero un poco asqueroso acto de lamerme los dedos mientras alza la vista con ojos tristes. -"Que haces querido?"-, dijo el viejo, como si me hubiese estado esperando. Lo abracé, se sintió bien, casi como abrazar a papá. -"Vení vamos a tomar unos mates"-. Dio media vuelta y caminó para la cocina, sus pantuflas raspan el piso y de nuevo esa lenta y parsimoniosa melodía. Lo sigo hipnotizado por su vaivén, pero enseguida me distraje con las caras
que me miraban desde las fotos en las paredes y muebles del pasillo. En una
había un niño muy parecido a mí con una caña de pescar en la mano. Teníe unas
bermudas, una remera a rayas y unos zapatos con los cordones desatados.
Frente a este chico, hay un adolescente sonriente, en una estación de tren, que a juzgar por el paisaje, se trata de la estación de tren de Posadas. Las imágenes están por todo el pasillo. Sobre un mueble se ve a una pareja. El hombre tiene bigotes y mejillas brillates, el pelo negro y ondulado. Ella es delgada, de contextura fisica pequeña, se ve mucho mas feliz que él. En brazos tienen a una nena recién nacida. Al lado hay una gran familia, todos están bien vestidos de forma prolija y exageradamente peinados.
El perro ladró de nuevo, un fuerte silbido lo aturdió, bajó las orejas y
caminó para el patio. Llego a la cocina, me doy cuenta por el olor a comida
que penetra los orificios nasales, se siente rico. Una radio escupe a un locutor que cuenta con voz saturada las últimas noticias del pueblo. -" El tuco esta casi listo"-. Lo revolví, lo probé, así es como le gusta a los chicos. Suave y espeso.
Miré por la ventana ví al Paisano acostado a la sombra del Palo
Borracho, le sostuve la mirada y enseguida se paró y corró a toda velocidad hacía la cocina. Le regalé un hueso y lo trituró con los colimillos mientras lo acariaba -Buen perro-, pensé. Con dificultad caminé a la silla, me costaba moverme, sentía el cuerpo muy pesado. Mientras me dejaba caer exclamé un quejido tranquilo. Rascandome la frente pensé en Pancho manejando el diesel, viajando por Necochea. La vocesita de Mariana entró suavemente a mis oídos y me roba un sonrisa. Martín y el correo. Por donde andará Ale?, siempre arriba del auto. Ojalá haga una de sus sorpresivas
apariciones. Miré detenidamente la puerta, como esperando algo, pero no
pasó nada y vuelví la vista a la mesa. Acaricié un poco mas al perro. Subí
el volumen de la radio, me tomé un mate y agarré el crucigrama intentando
completar los casilleros vacíos. -Como mierda era?, "NOMBRE DE LA PULGA DE
LA GALLINA"-.
Hace mucho que no lo veo, ¿seguirá con cataratas?, ¿como estará de la pierna?.
Su imagen entró en mi cabeza y su recuerdo pintó una sonrisa en mi cara -ese viejo loco un día se va a matar-.
Bajé las escaleras y caminé por la calle General Paz, son cuatro cuadras, el camino es fácil, fui tantos domingos a visitarlo que es imposible olvidárselo. Cuando llegué a la calle Roca, doblé a la izquierda y casi llegando a la esquina, crucé a la otra vereda, sobre mano derecha está la casa.
Hice sonar el timbre dos veces, enseguida como respuesta recibí los
ladridos del Paisano que se acercaban cada vez más a la puerta. Como sonido lejano escuché el arrastrar de los pies de don Mariano. Abrió la puerta. A mí encuentro el
perro que proliferaba fuertes ladridos comienza el dulce pero un poco asqueroso acto de lamerme los dedos mientras alza la vista con ojos tristes. -"Que haces querido?"-, dijo el viejo, como si me hubiese estado esperando. Lo abracé, se sintió bien, casi como abrazar a papá. -"Vení vamos a tomar unos mates"-. Dio media vuelta y caminó para la cocina, sus pantuflas raspan el piso y de nuevo esa lenta y parsimoniosa melodía. Lo sigo hipnotizado por su vaivén, pero enseguida me distraje con las caras
que me miraban desde las fotos en las paredes y muebles del pasillo. En una
había un niño muy parecido a mí con una caña de pescar en la mano. Teníe unas
bermudas, una remera a rayas y unos zapatos con los cordones desatados.
Frente a este chico, hay un adolescente sonriente, en una estación de tren, que a juzgar por el paisaje, se trata de la estación de tren de Posadas. Las imágenes están por todo el pasillo. Sobre un mueble se ve a una pareja. El hombre tiene bigotes y mejillas brillates, el pelo negro y ondulado. Ella es delgada, de contextura fisica pequeña, se ve mucho mas feliz que él. En brazos tienen a una nena recién nacida. Al lado hay una gran familia, todos están bien vestidos de forma prolija y exageradamente peinados.
El perro ladró de nuevo, un fuerte silbido lo aturdió, bajó las orejas y
caminó para el patio. Llego a la cocina, me doy cuenta por el olor a comida
que penetra los orificios nasales, se siente rico. Una radio escupe a un locutor que cuenta con voz saturada las últimas noticias del pueblo. -" El tuco esta casi listo"-. Lo revolví, lo probé, así es como le gusta a los chicos. Suave y espeso.
Miré por la ventana ví al Paisano acostado a la sombra del Palo
Borracho, le sostuve la mirada y enseguida se paró y corró a toda velocidad hacía la cocina. Le regalé un hueso y lo trituró con los colimillos mientras lo acariaba -Buen perro-, pensé. Con dificultad caminé a la silla, me costaba moverme, sentía el cuerpo muy pesado. Mientras me dejaba caer exclamé un quejido tranquilo. Rascandome la frente pensé en Pancho manejando el diesel, viajando por Necochea. La vocesita de Mariana entró suavemente a mis oídos y me roba un sonrisa. Martín y el correo. Por donde andará Ale?, siempre arriba del auto. Ojalá haga una de sus sorpresivas
apariciones. Miré detenidamente la puerta, como esperando algo, pero no
pasó nada y vuelví la vista a la mesa. Acaricié un poco mas al perro. Subí
el volumen de la radio, me tomé un mate y agarré el crucigrama intentando
completar los casilleros vacíos. -Como mierda era?, "NOMBRE DE LA PULGA DE
LA GALLINA"-.