11.04.2005

Suerte que le conté de mi sueño antes de desayunar. ¿Por qué será que cada vez que veo a una chica con facciones parecidas, la cara inmutablemente seria, la boca cerrada sin dejar un dejo siquiera de sensualidad, se me eriza la piel y me corre hielo en el estómago? Simple, los mismos hoyitos en las mejillas cuando sonríe, la piel morena de chocolate, pero no del empalagoso.
Suerte que le conté el sueño antes de desayunar porque dicen que sino no se hace realidad, un amor anfibio que nunca terminaba de cerrar, ya sea por un tercero o por la poca disponibilidad que la casualidad daba. Por suerte la semana terminó y espero el sábado bien armado, un chopp de cerveza bien fría, buena música y una nariz de payaso.
Suerte que el taxi tardó más en aparecer por Lavalle y que decidió ir por Córdoba, y que me colgué prestándole atención a la gente que cruzaba por Larrea, porque sino la primera parte del sueño no se me iba a cumplir.
¿Quién tiene que encontrar a quién?