Otra que esquiva la ventana y va, deforrmándose hasta que se vuelve nada. Hasta ser una minúscula partícula que ni siquiera genera calor. Al segundo piso y no para, y no cesan sus vaivenes que desprenden hermanos grises en cada ventana o cornisa del edificio.
Oscila, en su caída libre, a entrar en cada una de las ventanas por las que va de paso, pero las persianas se le niegan, insolentes ellas que sin conocerla le dan la espalda.
El viento juega con ella, que ya está, estampada en el suelo, sin saber lo que significó, lo que fue. Una ceniza nada más, otra ceniza que se va.
Oscila, en su caída libre, a entrar en cada una de las ventanas por las que va de paso, pero las persianas se le niegan, insolentes ellas que sin conocerla le dan la espalda.
El viento juega con ella, que ya está, estampada en el suelo, sin saber lo que significó, lo que fue. Una ceniza nada más, otra ceniza que se va.
Y sin saber como continuar.
Dormida reís sabiéndo que cuando te des cuenta va a llegar otro que desmesuradamente baila y es feliz. Y de nuevo, sale otra que esquiva la ventana y se estampa...