Su sala de espera no tuvo vírgenes ni madres, siquiera peces flotadores animándolo, o una preciosa enfermera de tetas grandes y cara de asfalto congelado. Sólo tuvo al pasado yéndose y viniéndose en parientes y partidos transmitidos por radio. “Dos a cero de ayer y hoy”. La anacronía temporal postrada en una cama que se desvanece arteria a arteria.
Su sala de espera tuvo pasillos largos de lagunas y memorandums pegados en las paredes de nuestros corazones, las esquirlas de las guerras civiles que lo trajeron a nacer aquí. Cuando aquí era alegría e incertidumbre, de la buena, de la del progreso industrial y Campeche, que formó los silos dónde hoy estamos parados.
Su sala de espera no tuvo abril, ni mucho menos semanas santas, sólo tuvo un lánguido año nuevo en caída libre. Una impotencia e ignorancia medicinal que no supo hacer otra cosa más que alimentarte por cables de plástico, y un llanto de mamá en cada rincón de la casa.
Su sala de espera sólo tuvo reencuentro en alguna vía láctea con su mujer, única y repetible en todos nosotros.
Su sala de espera no necesitó de cristos redentores, o milagros medicinales. Sólo le hizo falta una larga y dolorosa despedida, eterna de pesimismo, para una bienvenida de descanse en paz con ella, para siempre y eternamente con ella.
11.24.2006
Sala de espera
Etiquetas: Paranoica