Se diluye, y vislumbra un dejo de insatisfacción. Claramente ya no puede sentirse distinguida o diferente a cualquier humana que se enoja y reprocha, recrimina y actúa a pura sangre y coraje.
Mezcla de mármol con perla, ya no hay nada que hacer frente a tanta perfección irreal. En ese momento en el que te sostiene la mirada, con la cara amagando a irse al suelo, pero el flequillo que lucha y trae los ojos una y otra vez hacía mi.
Sentirse tan absurdamente atraído, porque no se fija en los errores, tampoco en mi pata de palo, va más a allá de todo eso, la muy guacha puede hacerte ver en profundidad cosas que nunca nadie vio. Pero sigue ahí estática y dura, perfectamente dura. Tan rígida que me enerva. Con los pelos de punta y las cejas despeinadas doy vueltas en círculos para tratar de molestarla, que vea donde estoy parado y cuales son mis intenciones. Y ella nada, ahí hermosa y diáfana, mufándose del yo retrógrado insensible que busca llamarle la atención.
Basta.
No me vas a venir con tanta prepotencia a querer superarme. De a poco rompo los marcos estereotipados tornasolados y la dejo al descubierto, la molesto, le corro el flequillo y uso su báculo de reina para hacer piruetas. La corona de plata se la pateo a la mierda, y el vestido muere a mordiscones, dejándola desnuda, ahora si, perfectamente dura y desnuda.
Entonces.
Sólo por el afán de molestarla y desubicarla de su contexto celestial de orden nato, le pongo el vestido al revés, con la banda ceremonial ato su pelo, y a la corona la lleno de detergente para soplar y formar burbujas, gigantes y envolventes.Sin protocolos ceremoniales ni esteticismos que no hacen más que ahogarnos a nosotros, los mundanos mortales, veo como la reina se cae a pedazos y un perfecto sol asoma alumbrando de a poco mis cejas.
Mezcla de mármol con perla, ya no hay nada que hacer frente a tanta perfección irreal. En ese momento en el que te sostiene la mirada, con la cara amagando a irse al suelo, pero el flequillo que lucha y trae los ojos una y otra vez hacía mi.
Sentirse tan absurdamente atraído, porque no se fija en los errores, tampoco en mi pata de palo, va más a allá de todo eso, la muy guacha puede hacerte ver en profundidad cosas que nunca nadie vio. Pero sigue ahí estática y dura, perfectamente dura. Tan rígida que me enerva. Con los pelos de punta y las cejas despeinadas doy vueltas en círculos para tratar de molestarla, que vea donde estoy parado y cuales son mis intenciones. Y ella nada, ahí hermosa y diáfana, mufándose del yo retrógrado insensible que busca llamarle la atención.
Basta.
No me vas a venir con tanta prepotencia a querer superarme. De a poco rompo los marcos estereotipados tornasolados y la dejo al descubierto, la molesto, le corro el flequillo y uso su báculo de reina para hacer piruetas. La corona de plata se la pateo a la mierda, y el vestido muere a mordiscones, dejándola desnuda, ahora si, perfectamente dura y desnuda.
Entonces.
Sólo por el afán de molestarla y desubicarla de su contexto celestial de orden nato, le pongo el vestido al revés, con la banda ceremonial ato su pelo, y a la corona la lleno de detergente para soplar y formar burbujas, gigantes y envolventes.Sin protocolos ceremoniales ni esteticismos que no hacen más que ahogarnos a nosotros, los mundanos mortales, veo como la reina se cae a pedazos y un perfecto sol asoma alumbrando de a poco mis cejas.