No es que Don Mariano sea bueno porque hace buenas cosas. Simplemente es bueno porque tiene la posibilidad de ser malo y no lo es. Por eso es bueno. Por eso es un buen tipo.
Lo único que este viejo pedía era que no le pisen al perro. Siempre bormeaba con eso. Era imposible de pisar el perro. Un ovejero alemán de grandes proporciones no es nada dificil de esquivar.
Hacía años que el Paisano estaba enfermo, muy enfermo.
Una serie de arrugas inexplicables para la ciencia médica le brotaban de a borbotones por la pata en un principio, y luego, como todo perro que bien sólo se lame, por el hocico y orejas.
El ojo lo tenía medio mocho, como el humor. No pasaba una sola festividad en la que no se le acurrucara a los pies del abuelo y tirando mordiscones a diestra y siniestra amenazara a todo aquél que quisiera interferir entre su dueño y él
Lo único que este viejo pedía era que no le pisen al perro. Siempre bormeaba con eso. Era imposible de pisar el perro. Un ovejero alemán de grandes proporciones no es nada dificil de esquivar.
Hacía años que el Paisano estaba enfermo, muy enfermo.
Una serie de arrugas inexplicables para la ciencia médica le brotaban de a borbotones por la pata en un principio, y luego, como todo perro que bien sólo se lame, por el hocico y orejas.
El ojo lo tenía medio mocho, como el humor. No pasaba una sola festividad en la que no se le acurrucara a los pies del abuelo y tirando mordiscones a diestra y siniestra amenazara a todo aquél que quisiera interferir entre su dueño y él
Y así iba. Mejor dicho, así pasaba. Le pasaba el tiempo y el viejo sin más que verlo ahí echado mientras la soledad se le arremetía entre las peceras y los malvones.
Protestaba a veces Don Mariano de los furtivos escapes que solía tener Paisano cada vez que alguien abría la puerta. Aunque nunca llegaba más allá de la vereda el viejo se pegaba cada cagazo que corría atrás de él a los gritos de “Paisano venía para acá carajo”.
Creo que eso era. El perro frenaba en seco cada vez que el abuelo levantaba la voz. Será porque era raro que Mariano grite, será que era el único que al puchero le ponía más carne que hueso, o el único que pudo bañarlo. Lo que si que ahí frenaba el perro. Ante un solo grito frenaba.
Y mi abuelo le gritaba. Tenía miedo, miedo de que saliese solo a la calle. Miedo de que al conocer la vida afuera se le vaya como tantos otros lo habían hecho. Temor de tener que afrontar el domingo solo sin nadie con quien compartir las películas de cowoys que solían dar en Space. Tan mal acostumbrado estaba el viejo a los inberbes, que cualquier movimiento que amenazara su pequeño fortín elaborado año tras año, lo pavorizaba.
Hace dos días Paisano no amaneció. Don Mariano se la veía venir asique llamó a un vecino y a uno de sus hijos para que venga y lo ayude a enterrarlo.
En una de las exigidas maniobras Mariano se agachó y se dio la frente contra un ladrillo que sobresalía haciéndose un tajo que le llenó la musculosa y las manos de sangre.
Se sentó. Lagrimeó. Su hijo corrió para llamar a un remis y llevarlo a urgencias para que lo cosieran.
-“Dale papá, que vino el coche”, le dijo Martín agarrándole el brazo para levantarlo.
-“Lo maté yo Martín”, confesó el viejo. -“Lo maté yo para que no sufriera más”.
Esa mañana alguien había dejado la puerta abierta y el perro comenzó la carrera a la vereda.
Protestaba a veces Don Mariano de los furtivos escapes que solía tener Paisano cada vez que alguien abría la puerta. Aunque nunca llegaba más allá de la vereda el viejo se pegaba cada cagazo que corría atrás de él a los gritos de “Paisano venía para acá carajo”.
Creo que eso era. El perro frenaba en seco cada vez que el abuelo levantaba la voz. Será porque era raro que Mariano grite, será que era el único que al puchero le ponía más carne que hueso, o el único que pudo bañarlo. Lo que si que ahí frenaba el perro. Ante un solo grito frenaba.
Y mi abuelo le gritaba. Tenía miedo, miedo de que saliese solo a la calle. Miedo de que al conocer la vida afuera se le vaya como tantos otros lo habían hecho. Temor de tener que afrontar el domingo solo sin nadie con quien compartir las películas de cowoys que solían dar en Space. Tan mal acostumbrado estaba el viejo a los inberbes, que cualquier movimiento que amenazara su pequeño fortín elaborado año tras año, lo pavorizaba.
Hace dos días Paisano no amaneció. Don Mariano se la veía venir asique llamó a un vecino y a uno de sus hijos para que venga y lo ayude a enterrarlo.
En una de las exigidas maniobras Mariano se agachó y se dio la frente contra un ladrillo que sobresalía haciéndose un tajo que le llenó la musculosa y las manos de sangre.
Se sentó. Lagrimeó. Su hijo corrió para llamar a un remis y llevarlo a urgencias para que lo cosieran.
-“Dale papá, que vino el coche”, le dijo Martín agarrándole el brazo para levantarlo.
-“Lo maté yo Martín”, confesó el viejo. -“Lo maté yo para que no sufriera más”.
Esa mañana alguien había dejado la puerta abierta y el perro comenzó la carrera a la vereda.
Nunca llegó. En el garage se le vencieron las patas y ahí quedó tirado.
-“No quería que sufriera más Martín. No quería que me lo pisaran. Que nadie me pise el perro por favor”, clamó el viejo y se dejó llevar hasta el hospital para que le suturen la herida, sabiendo que ese día había sido un tanto malo.
-“No quería que sufriera más Martín. No quería que me lo pisaran. Que nadie me pise el perro por favor”, clamó el viejo y se dejó llevar hasta el hospital para que le suturen la herida, sabiendo que ese día había sido un tanto malo.