"Tomé mate en la cocina.
No pensaba en la niña muerta. Ya estaba lejos.
Recordé al niño rubio. Reaparecía, al cabo de cuatro años, en circunstancias incomprensibles. No consagré mi mente a él con exceso.
Yo estaba como separado de todo, en la cocina, solo, olvidado. Podía morir allí sin que nadie lo notara. No me preocupaba cesar. Pero, me dije, sería terrible que en el trance gritara del dolor
-de miedo- y nadie me escuchara".
Don Diego de Zama