1.29.2008

1º Parada. Punta del Este.

En punta del este las sombrillas vuelan en punta y hacia el este.
Se pierden. Tienen vida. Cnasadas ellas de la opresiónde la arena saltan y vuelan. Sus dueños encandilados, en un principio por el sol, que ahora va directo a sus ojos, y anonadados por el repentino alejamiento de su protectora playera, la sombrilla.
Algunos dueños, ahora ex dueños, deciden correrlas para volver a capturarlas, logrando escasas veces su cometido. Otros en cambio sólo se paran y ven a su sombrilla libre partir a otra parada. Ya no en la parada de la 31, dónde las sombrillas vuelan en punta y al este.

2º Parada. Valizas.
Se que ahí estás, entre frío y calor dando distancia y matices, ocasos y reinados, y algún que otro poder. Poder de secarme, secar la tinta en el papel, el pasto, las cuerdas de la guitarra, inclusive los colores. Y te opacás pero no conseguís que te saque los ojos de encima. Ahora ellas van la carga, a tu carga, y pasan se meten entre los dos. Entonces dejan de ser grises, como todos los que se ponen cerca tuyo, celeste. Rosa y casi amarillo deformado. Entonces ellas avanzan y yo puedo verte mejor. Con tu mismo brillo sólo que ahora tu forma es más fima, más concreta. Y yo que tengo frío. Cuando veo tus huestes atravesadas me da escalofrío y ahí si quedo pasmado mientras ellas terminan de pasar y otra vez son grises, y vos otra vez que me abrazas, encandilás, encegués y abrumás. Siempre abrumás, nubes ya pasaron, siempre pasaron mientras vos y yo nos miramos.

Valizas la intermitente 9.P.M
Es raro el contraste. En Punta del Este todos lindos, la estética se afila con la cuchilla de los rubios de lindos ojos y autos caros. Acá ya no confitería and Salads Bar & Grill. Acá las velas y las rastas. Gente alrededor de calles que no tienen asfalto, sentados en veredas que no existen, con paños en el suelo y alambres adornados con piedras locales. La gente camina en la oscuridad y casi no se ven las caras, sólo candelabros improvisados con bidones plásticos, velas y arena, se mueven, van y vienen. Y nosotros, con el disimulo de los inocentes recién llegados y la distancia que pone cualquier argentino antes de mimetizarse y convertirse en el mejor de los hippies del lugar.



Los monjes vienen marchando

En vez de sotanas llevan ropas sueltas

medias hindues y sucias
Barbas largas de los monjes rastas

Cargan a cuestas una ideología sin ánimos y un tanto sectaria.

Los monjes vienen marchando

Y saludan, hablan, conversan y ríen

siempre que te acerques a sus paños.

Los monjes vienen marchando

La noches que prendimos velas

Y en la playa jugamos a

ver estrellas fugaces.


Parada 5. Santa Teresa-Punta del Diablo.

Tu fuego quema. Rama que se quiebra y estática pegada a las demás se deja abrazar por las llamas. Tus llamas.

Tu fuego sólo queda en mi piel en estos días y cuando me acerco a la fogata ahí está tu fuego de nuevo. Esperando. Tus llamas me llaman, y yo me siento ir. A tus besos, que son fuego.

Santa Teresa fue eso. Fuego/fogata/deseos, y tu voz diciendo que extraña y de nuevo pensar ¿para quién uno escribe diarios? Entonces, te besé en mi imaginación y me dormí al lado del fuego.

Día 10.

Caminé 6km para conocer Punta Diablo, un lugar de terreno desparejo, ranchos de madera y muchos locales de comida. En viaje siempre es complidaco escribir, muchas ideas van y vienen, pero sobre todo el movimiento del bondi me hcae imposible la escritura. Voy a La Paloma con una marca más en la piel y sabiendo que pronto te voy a ver.