Tal vez sea la música que me lleva a interrogarme cómo eras cuando tenías 22 ¿Qué significaba James Dean para vos y si era verdad que en la calle de La Plata se respiraba algo más que miedo? ¿Cuando Silvio le cantaba a Mariana, le cantaba a un travestí? ¿Y qué carajo era La Maza?
Si sé que el amor no va a durar para siempre ¿cómo puedo jugar a estar enamorado?
Cómo hago para explicarles a mis hijos que lo que más aprendí de mi papá es no tener rencor. Que nunca me enseñó a jugar al fútbol pero al primero que quería abrazar cada vez que San Lorenzo metía un gol era a él. Que cuando me largué a llorar porque se murió Fontanarrosa no fue por la admiración al escritor Rosarino, sino por el modo en que, haciéndote el ocurrente leías alguna que otra línea en voz alta como si la hubieses escrito vos, y te salía igual, igual que al negro.
Dónde meto entonces todo ese rencor que tenía cuando era chico y te tenía lejos, ahora que te tengo cerca y puedo aprender de vos y tus botas con olor a campo. A quién le muestro las lágrimas que me surgen cuando te escribo y pienso que soy capaz de escalar el Obelisco con tal de no decepcionarte, eso si, nunca mostrándote la vulnerabilidad que me impone la vida, a veces cuando estoy solo.
Cuándo fue la primera vez que lloraste y qué sentiste cuando nos viste caminar. Yo no sé qué fue de mi, y qué hubiese sido si mi crianza hubiera estado rodeado de jeringas y pasto. Sé que ahora estoy acá, y tengo la suerte de poder haber elegido lo que quiero y eso me hace tener, algunas noches, un poco de miedo. Porque no le puedo echar la culpa a nadie ale. Todo lo que tengo lo tengo porque quise, y no se trata de un sentimiento caprichoso, sino se trata de la peor de las consecuencias de las elecciones, ya lo dijo Fito “Tiene más filo una decisión que una gillette en la espalda”, y para mi es así. Porque a Páez lo escucho con vos cuando en General Paz me ensañabas a armar barquitos de papel, y como no me salían terminábamos haciendo avioncitos que no volaban. ¿Silvio ya sabía que lo de la Revolución era todo un cuento?
Y dicen que por eso los presos le tienen miedo a la libertad. Porque no saben qué hacer con el tiempo concedido. Es uno de los más grandes desafíos del hombre. Dicen que una vez a uno un brujo le dio la posibilidad de darle cualquier cosa que quisiera. “Dime caminante qué es lo que más deseas, en tu vida. Qué cosa te dará la felicidad” Y el hombre no supo qué contestar. No supo en el fondo qué es lo que iba a darle la felicidad eterna.
Tal vez yo pidiera música. Música es lo que me hace feliz. Pero la música la escucho por papá, entonces papá. Pero papá es papá por mamá entonces…
Es un rollo cuyo resultado es levantarnos todas las mañanas y hacer lo que nos gusta, que es ajustarnos a lo que elegimos que, seguramente no es lo que nos gusta, pero es lo que supimos conseguir.
Tal vez, hoy sábado, decida irme a dormir y olvidarme que te mandé este mail a una casilla desde la cual, una vez, escribiste un par de líneas desde Brasil.
Si sé que el amor no va a durar para siempre ¿cómo puedo jugar a estar enamorado?
Cómo hago para explicarles a mis hijos que lo que más aprendí de mi papá es no tener rencor. Que nunca me enseñó a jugar al fútbol pero al primero que quería abrazar cada vez que San Lorenzo metía un gol era a él. Que cuando me largué a llorar porque se murió Fontanarrosa no fue por la admiración al escritor Rosarino, sino por el modo en que, haciéndote el ocurrente leías alguna que otra línea en voz alta como si la hubieses escrito vos, y te salía igual, igual que al negro.
Dónde meto entonces todo ese rencor que tenía cuando era chico y te tenía lejos, ahora que te tengo cerca y puedo aprender de vos y tus botas con olor a campo. A quién le muestro las lágrimas que me surgen cuando te escribo y pienso que soy capaz de escalar el Obelisco con tal de no decepcionarte, eso si, nunca mostrándote la vulnerabilidad que me impone la vida, a veces cuando estoy solo.
Cuándo fue la primera vez que lloraste y qué sentiste cuando nos viste caminar. Yo no sé qué fue de mi, y qué hubiese sido si mi crianza hubiera estado rodeado de jeringas y pasto. Sé que ahora estoy acá, y tengo la suerte de poder haber elegido lo que quiero y eso me hace tener, algunas noches, un poco de miedo. Porque no le puedo echar la culpa a nadie ale. Todo lo que tengo lo tengo porque quise, y no se trata de un sentimiento caprichoso, sino se trata de la peor de las consecuencias de las elecciones, ya lo dijo Fito “Tiene más filo una decisión que una gillette en la espalda”, y para mi es así. Porque a Páez lo escucho con vos cuando en General Paz me ensañabas a armar barquitos de papel, y como no me salían terminábamos haciendo avioncitos que no volaban. ¿Silvio ya sabía que lo de la Revolución era todo un cuento?
Y dicen que por eso los presos le tienen miedo a la libertad. Porque no saben qué hacer con el tiempo concedido. Es uno de los más grandes desafíos del hombre. Dicen que una vez a uno un brujo le dio la posibilidad de darle cualquier cosa que quisiera. “Dime caminante qué es lo que más deseas, en tu vida. Qué cosa te dará la felicidad” Y el hombre no supo qué contestar. No supo en el fondo qué es lo que iba a darle la felicidad eterna.
Tal vez yo pidiera música. Música es lo que me hace feliz. Pero la música la escucho por papá, entonces papá. Pero papá es papá por mamá entonces…
Es un rollo cuyo resultado es levantarnos todas las mañanas y hacer lo que nos gusta, que es ajustarnos a lo que elegimos que, seguramente no es lo que nos gusta, pero es lo que supimos conseguir.
Tal vez, hoy sábado, decida irme a dormir y olvidarme que te mandé este mail a una casilla desde la cual, una vez, escribiste un par de líneas desde Brasil.