Cuidado con las ventanas cuando se caen.
En el momento en que los tornillos se van saliendo, girando al revés, y los clavos se liberan y vuelan invertidos, en perfecta línea, elevándosede los umbrales. En perpendicular al piso.
Cuidado con las ventanas que están abiertas, y los dedos. De los umbrales. Que espían cómo la ventana se va yendo de la pared.
Cuidado con las ventanas cuando se caen, sobre todo si al tocar el suelo sus vidrios no se rompen.
Cuando llueven las ventanas cerradas de verdad me preocupo. Algunos prestan más atención a las ventanas abiertas, porque cuando caen así te dejan ver arriba, al cielo, lejos. Disftrutan el paisaje que las ventanas suelen mostrar en esas condiciones. Casi todos los días en los que llueven ventanas abiertas la gente es feliz. Porque sólo tienen que levantar la cabeza, y los umbrales hacen lo demás. Pero cuando las ventanas están cerradas, cuando se jactan sus pestillos de abrazarse entre ellos, ahí vamos a estar en problemas. A eso en verdad le tengo miedo. A las ventanas que se llueven cerradas, porque ahí no se ve bien el cielo. El cielo que se ve es el que un vidrio muestra, sobre un marco que cae lejos del cielo, pero cerca nuestro. Muy nuestro, tanto que el vidrio nos cuenta que allá lejos hay un cielo. Que es un mar dado vuelta y visto al revés. Por eso tengo miedo de las ventanas que caen cerradas, porque las nubes rompen como olas para arriba y los vidrios para abajo, y cuando el umbral te atraviesa y no te hace daño al estrolarse contra el piso, duele.
Que el marco, ya sin vidrio, nos enmarque hacia abajo, duele, un poco duele.
En el momento en que los tornillos se van saliendo, girando al revés, y los clavos se liberan y vuelan invertidos, en perfecta línea, elevándosede los umbrales. En perpendicular al piso.
Cuidado con las ventanas que están abiertas, y los dedos. De los umbrales. Que espían cómo la ventana se va yendo de la pared.
Cuidado con las ventanas cuando se caen, sobre todo si al tocar el suelo sus vidrios no se rompen.
Cuando llueven las ventanas cerradas de verdad me preocupo. Algunos prestan más atención a las ventanas abiertas, porque cuando caen así te dejan ver arriba, al cielo, lejos. Disftrutan el paisaje que las ventanas suelen mostrar en esas condiciones. Casi todos los días en los que llueven ventanas abiertas la gente es feliz. Porque sólo tienen que levantar la cabeza, y los umbrales hacen lo demás. Pero cuando las ventanas están cerradas, cuando se jactan sus pestillos de abrazarse entre ellos, ahí vamos a estar en problemas. A eso en verdad le tengo miedo. A las ventanas que se llueven cerradas, porque ahí no se ve bien el cielo. El cielo que se ve es el que un vidrio muestra, sobre un marco que cae lejos del cielo, pero cerca nuestro. Muy nuestro, tanto que el vidrio nos cuenta que allá lejos hay un cielo. Que es un mar dado vuelta y visto al revés. Por eso tengo miedo de las ventanas que caen cerradas, porque las nubes rompen como olas para arriba y los vidrios para abajo, y cuando el umbral te atraviesa y no te hace daño al estrolarse contra el piso, duele.
Que el marco, ya sin vidrio, nos enmarque hacia abajo, duele, un poco duele.
Una vez, cuando tenía 5 años y una ventana, apoyada en una pared, que mi abuelo estaba por pintar, cayó al suelo. Por suerte para mi sin vidrios. Por desgracia para el umbral. Ya que, sus marcos sin vidrios no pudieron lastimarme.