6.06.2010

¿Son Felices?

“Ningún niño nace feo, ningún niño se hace malo”
Primero tendría que desplegar el arsenal de la propia historia sobre la hoja en blanco y ver con qué armas cuento para golpearte.
¿Cuándo el tiempo de tu vida se vuelve un pasado a relatar? ¿En qué cambia ese relato si es desde el presente para el presente?
En este momento hay un marginal observando para contar. Un ojo fílmico. Una cámara obscura a plena luz del día. Daguerrotipo captando todas las señales que van y vienen.
Y nunca se quedan.
Sacar todo el armamento del cuerpo y depositarlo ahí para medir los calibres con que se iniciará el ataque.
Hay flechas que pasan y flashes que enceguecen y la mirada sigue ahí. Fija en el escenario que a toda velocidad lo envuelve a todo. Menos a uno. Porque nada de lo que anda funciona. Porque derramás sensibilidad al pedo. Innecesariamente uno desperdicia por momentos la pólvora de la gracia en cuestiones mínimas. Aunque también hay instantes en los que a uno se le cae la baba por ser mínimo y estar dentro de ese circo.
Darse cuenta que nada de lo hay desplegado en la mesa es lo suficientemente letal como para dejarte de culo en el piso.
Y el que domina es un tipo frío. Un costado racional que dice que nada lo que ve lo llena. Sobre todo cuando alguien no escucha.
No lee.
No toca.
No mira.
Lo que pasa alrededor. Lo que pasa con esa cámara que varias veces ya cerró su obturador y captó la imagen que no quiero ver. La de tu ausente mirada que no está. La del brillo que nunca te va a envolver. La habilidad que nunca tuviste. La necesidad del abrazo que llegó sin que lo pida cuando no lo esperaba.
Entonces será mejor que guarde el arsenal de nuevo deseando que en algún momento mis balas puedan lastimarte.
Tal vez sea el momento en que dejás de sentirte parte, para buscar una forma de salir de ahí.
Ahora podés ir sin miedos. Caminando con la fuerza del recién nacido. Eso sí sabelo, te la tengo jurada.