Estuvo colgando una a una las prendas aún
chorreantes sobre el nylon que simulaba cuerda sobre el patio.
Martes hoy.
Domingo cuando pasó.
Seco pasto de invierno
refrescado con el goteo de las pieles colgantes.
Ahora pasto color punzante.
Y la niña sonriente tararea una canción inocente
mientras hace fuerzas con las muñecas
el antebrazo tensionado de tanto esfuerzo
de tanto maniobrar el filo.
Y la niña animada por tamaña proeza
de mantener tan en carne viva,
bien extendida y al rayo del sol,
las pieles desolladas de un tipo que una vez
se le animó al abrupto y terrible desafío
de querer enamorarla
y salir vivo de ahí.