Se endurece el azúcar y cambia su estado.
Lo dulce como una roca irrompible.
Un meteorito de dulce de leche.
Caricia en la boca.
Estima de mordedor.
Que se muerde a uno mismo.
Quemándome con el azúcar fría.
Empieza desenvolviéndose en caída
del papel metálico a mis manos
y el resto queda regado por sobre tu mesa,
en el chifonier blanco,
creo que también el baño.
Al final caen en una vasija blanca
y quedan de centro
en una mesa ratona,
de las enemigas,
que se endulzan con lo más parecido al azúcar.
Ligero alimento de pesada digestión
miel con cereal
fruta seca impalpable
rígido masticar
blando procesar
que se enreda en las muelas
paladar ocupado e inquieto.
Porque la tensión se coloca ahí, en la mandíbula, en las volteretas de la lengua.
Lejos de más arriba
que es la cabeza
y opacado desde abajo
por el corazón
que pide salir cuando lo aplastan
que inquieto pide atención.
Termina reposado.
En calma sobre una mesa de distracciones
Hay caramelos de papel metalizados.
Hay un cuerpo recubierto de metal que no deja salir.
El brillo lumínico de tu felicidad.
Contenido por el miedo.
Mi búsqueda incesante de felicidad
cueste el miedo que cueste.
Un caramelo reposado sobre la mesa ratona.