5.28.2007

Viaje

Miedo como responsabilidad artificial adquirida, aplastando, ahogando los labios que te besaron en el juego de los grandes desentendidos. Miedo, a veces, sólo a veces, de ser yo con vos, de que la ruta nos coma las ganas y queme los pensamientos. Miedo de algunos a reírse, miedo a no disfrutar. Miedo de los que van a buscar respuestas, miedo a encontrarlas. Miedo que incertidumbre la noche que dijiste que me querías. Incertidumbre de lo desconocido, buen miedo y Paraná, esperándome con un buen abrazo de abuela. Para luego Tucumán incierta, Tucumán con agua, buen Tucumán, buen viaje.
Lunes 15- ParanáAtrás Gualeguaychú de excesos. Dicen que el viaje a Paraná es de seis horas, dicen que en Tucumán las lluvias inundaron los caminos.Dicen que los excesos son malos ya sean comidas, bebidas, protestas. Exceso de sol, mi sol. También atrás Gualeguaychú de hospitalidad entrañable hasta la médula y las ganas de sentirse parte de...Atrás Gualeguaychú de carteles graciosos, un candidato que vende alfajores, y playas no contaminadas.Atrás Gualeguaychú de lentejuelas y buenos culos, vade retro, antes de que la risa se me vaya también.

“En sus ojos había un llanto contenido de verme tan grande, y así y todo insistía con que vayamos a tomar la leche a su casa. Cuando la vi, algo adentro se me movió. Pero como cuando uno recuerda los tesoros de la infancia.
Hacíamos tiempo para subirnos al micro que nos trajo a Tucumán, cuando apareció entre los árboles de la plaza de la estación de colectivos de Paranà. Con los mismos anteojos de hace 15 años. Era una foto en vida. Charlamos protocolarmente durante unos minutos hasta que, con voz de agua, me dijo que me quería, que nos quería.
Que en fotos me recuerda todos los días y aunque no la vea seguido, casi nunca, ella va a ser los abrazos de la abuela que nunca pude tener.
En ese momento no me importó su huída de Bragado, ni la pelea con mamá, ni la supuesta retensión de joyas. No me importó nada y le di un beso en la frente y le pedí que por favor se cuide”.

Tucumán – Martes

San Miguel lloró y nos mojó.
Llegamos a San Miguel de Tucumán a las 8 de la mañana aproximadamente. Dedicamos la mañana a recorrer el centro y la casita de Tucuman cuidada con un circuito cerrado de cámaras que controlan que la gente no filme ni saque fotos. De la casa original sòlo queda el casco principal donde se firmo el acta de declaraciòn de independencia. Todo lo demàs o fue restaurado o expropiado en un pretensioso y malogrado proyecto de Bussi. Tambièn aprendì que el acta se redactò en quechua y aymara, ademàs del castellano, y que el primero en reconocernos como patria un fue un rey Hawaiano.
Almorzamos en un Mc Donalds, para ir perdiendo de a poco el ritmo porteño. De la Terminal de San Miguel Salimos a las dos de la tarde por la 38 y después la 307, pasando por “el camino del indio” con una ruta completamente de montaña con un trayecto que durará horas, destino: Cafayate.

El boina sigue sacando fotos, y ya en la reserva natural “los Sosa” Fran sigue haciendo firmar apoyavasos por todos aquellos que dejan alguna huella en el viaje, yo mientras la humedad densidad de la montaña me apuna, intento tontamente escribir. Los tres masticamos caramelos azucarados que el señor que se sentó al lado del boina nos dio.

16.28
Tafí del Valle
Paramos 15 minutos. Juanma saco las respectivas fotos del paisaje. Fran pasó varios minutos peinándose en el baño y todavía no logró pronunciar Cafayate, le sale Cayafate.
“Mejor le digo Calafate y listo”, dijo antes de subirse al micro.
Calentamos agua para el mate y seguimos por la 307 hasta “El infiernillo” el punto más alto, 1300 metros de altura.

“En el infiernillo apenas hay camino. Las nubes se comen las montañas y los arboles. Dice una vieja leyenda quechua que todo lo que esa neblina toca desaparece, menos el camino, protegido por un conjuro aborigen. No, hay nada, sòlo blanco. Ya saliendo del infiernillo la vegetación no es tan densa, casi ni la hay.
El sol asoma y la lluvia alrededor contenida por montañas.
No quedó vegetación ni humedad,
No hay señal en los teléfonos, ni necesidad de ellos.
Pasando el infiernillo hacia Amaicha del Valle apenas unos cardones cuidando que “El infiernillo” no avance, se quede ahí comiéndose las penas y los malos humores. Ahí donde murió la última tristeza del camino. Acá donde nació el sol y la risa del destino. Y así fue como el valle den infiernillo se comió la pena de los incautos”.