2.13.2008

Mute

A mi la luna no me habla, y febrero me pone la piel de gallina en estas noches anfibias que tengo calor aunque hace frío y en que la voz de ella me retumba como balas en un cuarto de acero vacío. Tronando por el vacío.
De lo que no se dice y lo que no nos decimos.
De lo que queda derramado en la almohada, de tu cuello en mis labios y el olfato descubriéndonos entre ronquidos y suspiros. Nos escupimos las esquirlas del silencio en la cara, con miedo. Y aunque ya no me mutilo la lengua y no me coso los labios, sigo peleándole a la luna que no me habla.
Le pedí definiciones y le cuestioné su forma de ver el amor y le batí a duelo su pesimismo con las personas.
De lo que no se dice surgió un beso y un llanto, y otra vez la sal desparramada, la mala suerte que quiere acechar y mi boludez rondando por todas partes.
La luna acalambra e ilumina sólo cuando hay oscuridad, y hacemos lo que quiere. Amamos cuando está llena y nos ponemos melancólicos cuando no está.
De lo que no le digo salen textos que no escribo.
De lo que regurgitan mis dedos a la noche, en la guitarra, y en lo áspero que tengo la garganta y en estos días.
Estos días en los que callamos. Cuando la luna no me habla y febrero me aburre.
Y me llamo al silencio.
Cuando la luna no me habla.