10.25.2009

Desplazamiento corporal desde la tierra a la mente

Lo mejor de los viajes suele ser la partida, el arranque. Se sabe que el trayecto comienza antes, en el instante mismo en que la mente y el corazón dicen "es ahora".

De ahí al pasaje.
De ahí a confirmar la llegada.
Desde ahí, empieza el viaje.

La partida, en cambio, es otra cosa. Cuando nos vemos eyectados a movernos y perdemos un poco la atención -y también la tensión- y que mochila armada, y revisada incansable e innecesariamente, cuando estemos ahí verificaremos certeramente que algo nos olvidamos antes de partir.

El avión despega previo carreteo que me destartala, me expulsa los nervios y estabiliza la ansiedad.

Todo abajo, sin miedo y sin pensar, el puerto es diminutivo, se achica, pero yo no me agrando por eso. No me pertenece nada de lo que veo o siento: el sol de la tarde potenciado por las nubes a sus pies y los anteojos no sirven, trasparentan y el brillo derecho a la cara. Los anteojos no ateponen nada, tengo que cerrar los ojos y que el sol haga el resto.

Los anteojos sólo sirven para que la azafata, que ya está preguntando si quiero tomar algo señor, no se de cuenta de que estoy llorando.

El avión es como un amo y señor.

Mueve, a su antojo, el reflejo de los anteojos, inclina el té para para un lado y balancea el líquido encefálico, y me mareo.

Mueve, para el costado, los pasos de la azafata que ya pide si puede retirar todo señor.

En tanto, en mi cabeza suena la misma canción, una y otra vez, y nunca me canso porque me renueva:

"Me siento como un recién nacido.
Me siento como un buen nacido.
Despierto en mi avión.
Me siento como un recién nacido.
Pateando y llorando".

Saquenme una foto porque no voy a recordarme. Y el avión podría haberse ido en picada.
En Buenos Aires llueve torrencialmente y el avión ya atravesó la cortina gris, alguien festejó por estar encima de las nubes por sobre la tormenta. Y lo que no sabe, o al menos no quiere pensar mientras esconde el temblor de sus rodillas y el templeque que el pánico le produce en la voz es que tal vez hoy, los rayos vengan desde abajo.