6.30.2010

Al centro de Florida

Cuando cruzás Diagonal Norte y te adentras en la peatonal no hace falta que respetes los semáforos, en esos pasajes las piernas son las que mandan. Nada pueden hacer los autos, obligados a disminuir la velocidad y a ceder el paso ante ese hormiguero que se impone delante de sus trompas, porque sobre la peatonal de Florida, un miércoles a las 10.30 de la mañana, las que mandan son las personas.
Dos adolescentes con bermudas y gorros de la lana se comen un pancho de desayuno y hablan latino. Paso entre ellos, mientras uno esquiva las papas pay embadurnadas con mayonesa y Ketchup, que caen al suelo después del primer mordisco. El suelo es un asco, y sin embargo las mantas están ahí, el suelo es tanto asco que hasta los que no tienen otra que dormir en la calle utilizan un paño para no estar en contacto con ese tipo de mugre. Las otras mantas, las de al lado, están llenas de chucherías y medias de la selección. Un Winnie Pooh de plástico que no para de pegarle a un tambor, como el conejito de las pilas. Da trolo igual, pero no por rosa como la liebre, sino por Winnie Pooh.
En el paño próximo hay bufandas y un pañuelo como el que llevo puesto, pero menos caro que cuando lo compré el año pasado. Un pequeño pellizco al ego. Veo unas boinas y pienso en que quiero una, y pienso también en Gaspar y en que le voy a pedir que me compre una que sea como para mí.
La posibilidad de caminar sin horarios a esa hora por el centro da cierta comodidad para pensar y reflexionar. Y como pienso y da melancolía extrañar determinadas voces me compro el disco nuevo de Juan Carlos Baglietto, Sabe quien…, lo reviso, hojeo. Composiciones ajenas interpretadas por este Rosarino que canta canciones del otro rosarino, Jorge Fandermole, de Rubén Blades, Rubén Abonizio, Fernando Cabrera, Roque Navaja. Con Pianos de lo que se ve será su mano derecha musical Lito Vitale, guitarras del gran Luis Salinas y Julián Baglietto, su hijo.
Y recalca lo importante de los viajes, a pesar de sus motivos o consecuencias. Lo importante de viajar como sea, y como “uno pena y sangra, el otro mata y crece” y es como la ley natural de la vida, o las hojas de la planta que quiero crezca en mi pieza bajo el sol que hace unas horas apuntaba a la cabecera de la cama y ahora, casi al mediodía ya le da en los pies.
Que lo único verdaderamente valioso es el viaje dice Juan Carlos y yo le apunto un poco más fino, más de cerca pienso que lo bueno de los viajes no suelen ser justamente los puntos de llegada, si no el momento de transición. La forma en que llegamos de A ese punto inescrupuloso pero misterioso que B puede llegar a ser. Una vez llegada a la meta que nos pusimos se muere ahí el motivo y termina la etapa. De ahí que el proceso del viaje sea lo más fructífero porque al fin y al cabo, serán sólo eso y todo eso, experiencias vividas.
El último paño que crucé antes de meterme en el subte sobre Avenida Corrientes fue uno que tenía figuras en miniatura al estilo superhéroes de los integrante de la Selección Argentina de Fútbol. Analizo cuál será la que más le guste a Julio, la de Messi, la de Maradona o la de Palermo, creo que adivino y pregunto cuánto sale la del 9 xeneize. Me dice que 60, que las otras están 40, pero que esta sale 20 pesos más y casi como que me dice “sale 20 pesos más, te veo la cara sí, pero si de verdad querés regalarlo pagálos” y hasta casi dice “¡boludo!”cuando termina la oración que imagino piensa.
De cabeza al subte y al calor como cachetada. En las arterias de la ciudad ya no circulan autos sino bestias más terribles que aún el hombre no logró domar. Las piernas ya no mandan en este mundo, las piernas solo esperan quietas a que las puertas se les abran para retomar el camino a casa.