7.14.2010

Estación

No esperes más para enterrar al mundo viejo
No esperes más el fin no está tan lejos.


No es para escapare. Sí tal vez como para sentirse flaquear alguna vez. O para dudar de alguna manera.
Masacrarse el ánimo con constantes pasos torpes totalmente evitables, pero inmensamente necesarios para poder seguir adelante.
Cómo un hombre con los nudillos tajeados del frío, de estar tocando en alguna estación, de cualquier lugar. Como todas las estaciones, esta queda en un terreno de casi imposible acceso. Una planicie de un verde gastado casi seco con palos sostenidos por alambres, que obviamente oxidados, y el tren que pasó miles de noches y siempre el músico ejecutando sin parar. Haciendo que las perillas de los días caigan rápidos como ya lo son sus dedos tanto tocar. Nunca su intención fue salirse del mundo, pero si su culpa fue no querer cambiar de estación.
Pasó el tiempo y el hombre comenzó a sentir las grietas alrededor. Las pequeñas fisuras que hacían descuajar los tablones de la estación.
La guitarra la dejó en el estuche. Se acomodó el sombrero y solamente con un movimiento saltó al vagón. La estación se achicó hasta desaparecer, el verde se puso verdadero verde y el tipo supo que ya sabía.
Que saber es un derecho, querer saber una obligación.
Se sentó y miró el paisaje. Por primera vez deseoso de que el invierno termine pronto.