8.26.2010

El viejo con la cara más graciosa del mundo

Se murió el viejito de la cara más graciosa. El único que defendió a los malos poetas y exigió ante el mundo que sean buenos, malos, del modo que sea pero que sean poetas.
La vida es dura, pero por qué siempre con los mejores.
A Fogwill lo conocí sin saber que era Fogwill.
Conocí a un viejo que me pareció de mierda. Llegaba al vestuario silbando un tango y era un viejito decrépito preparándose para lanzarse a la aventura de partir con sus arrugas el agua. Puteaba a los peronistas y a los desarrollistas sólo para hacer enojar a los otros viejitos. Y conocí a un viejo despreciable que provocaban ganas de rajarle una puteada.
Se murió Fogwill y yo no entendí todavía porqué se me pone blando el pecho cada vez que veo una foto de él. El viejo con la cara más cómica que existe.
Nunca pude decirle que nadaba como el orto. Pero que su silbido era hermoso. Porque mantenía una tensión rítmica que nunca se quebraba, era un suspenso constate. Divino. Nunca pudé preguntarle qué le haría un punk a un flogger.
Y siempre todo es tan indicatvo. Así se ve la ciudad de noche. Acá fue enterrado. Este es el muerto. Los muertos y su rotundo silencio. Los muertos y la certeza elocuaz que cuenta que ya no está.
Mientras tanto nosotros seguiremos, con pantallas anuladas y diarios que saturan, hasta el fin con la paranoia de siempre y el ímpetu derrotado de antemano.
Así de indicativos estamos.