9.01.2010

Principio de los cadáveres

Es preferible ser un cadáver expuesto que un muerto en el ostracismo (oscuridad).

Si el trompo hubiese frenado? Y está esa creencia que parte el mundo en dos: pesimistas de un lado, optimistas. Presente. Aparece en escena entonces la disyuntiva. Lo que se conoce en los modos de narración como una “encrucijada”, dos posibles caminos para elegir, dos voces que te llevan cada una por su lado, y una decisión. La tuya. La mía. La de la tía Tita, cualquiera. Permanecer en el mundo de las irrealidades o realidades construidas. O, digo: ahí presente yo. Optimista por dos.
Principio de realidad. Te gusta la lluvia.
Principio de placer. Te gusta el sonido que produce el aplastamiento de una letra sobre un techo de chapa. Te gusta que la chapa de sentido a la existencia ya extinta de la gota.
Si callás lo que sentís por principio de realidad. No te vas a despeinar, no te vas a deshilachar ni la nota te va a salir desafinada. Vas a estar nadando con aire de sobra.
Si callas el principio de placer. Vas a estar casi ahogado. O mejor, se te van a salir las burbujas de aire, atropelladas como letras del que habla apurado, o nada agitado o abre la boca en la calle cuando llueve y las gotas, ahora si se le aplastan en la cara, y se ahoga.
A dos o tres aguas deberás decidir si uno u otro camino para resolver la encrucijada.
A dos o tres aguas deberás fusionar los dos principios. El camino es uno, el modo de caminarlo, en cambio varios. Y tal vez el andar llogre que el filo de la decisión convoque menos oscuridad. Y tal vez ese caminar logre de una vez por todas que el principio de placer sea, en efecto, el de la realidad.