8.05.2011

Picardía de un pelo

Abarrotado de pensamientos y reflexiones que solo buscan tu risa como rellano para descansar.

En las mariposas tan tuyas posadas sobre mi estática mesa de luz.
Hallarse consolado nuevamente en letras narcóticas
que curan y apuran
el breve, trágico y vertiginoso lapso que existe entre hoy y mañana.
Entre tu colchón de besos matutinos y encontrarte en la oscuridad para hacerte el amor.
Y que calce.
Encastre.
Como ladrillito.
Como la rudeza de sobrevivir una noche sin esa hallazgo mutuo y natural. 

Ahora que se lo que significa
amanecer con tu sol de frente.
O mis ojos  abiertos.
   Acomodándose de la luz. El diafragma abierto y la mancha negra del medio   expandida    como   dilatada.     Sintiendo curiosidad, solo un poco de curiosidad por ese lugar tan tuyo. 
En las mañanas y en el resto del día. 
En tu sonrisa y reflexiones. 
Que es ese orificio tanto tuyo que aparece, inclusive, cuando volves del limbo del sueño.
Mis ojos se abren y van directo a ver la formación instantánea que se genera en tus mejillas. Esos hoyos prominentes que son la huella infranqueable de mi “buen día”.
No llamarte fue una excusa para sentarme y tirarte de lejos lo cerca que tenés mi corazón que palpa y ya no tantea. Que hace rato decidió encaminarse en la ardua tarea del movimiento. Y que de tan bueno tiene que contagiar el movimiento del tuyo.
Para que puedan latir al unísono, que más rápido o lento, que más movido o de fuego.
Que mientras más distante más necesario veo
enredarme en los vuelos de tu pelo
que una vez fue cómplice del recuerdo
de nuestra picardía en el lecho
mientras dabas por hecho 
tu crónica pérdida
de ondulados claros pelos.
Que recogí en un guiso mientras pensaba en cómo contar una buena picardía.